Cuando iba a la piscina, la miraban fijamente. Sus varices sobresalían como globos. Tenía arañas vasculares por todas partes.
«Los extraños se me acercaban y me preguntaban qué terrible cosa les había pasado a mis piernas», dijo Sokol, de 33 años, de Pembroke Pines. «Ya no podía más».
Peor aún era el dolor. Incapaz de permanecer de pie durante más de unos minutos en un buen día, dejó su trabajo cuidando de las plantas de la gente.
Empezó a recibir ayudas públicas para criar a sus dos hijos, Bernard, de 10 años, y Melissa, de 4. Apenas podía jugar con ellos ni sacarlos a pasear; el dolor palpitante de sus piernas era demasiado intenso.
Sokol casi había perdido la esperanza.
«Fui a un médico tras otro y me decían que no podían hacer nada», cuenta Sokol.
Le dijeron que mantuviera las piernas elevadas y le recetaron medias de compresión.
«Estaba tan disgustada y frustrada que salí llorando de la consulta de un médico. Grité: ‘¡Díganme por qué mis venas hacen esto!
Sintiendo que no tenía a quién recurrir, Sokol escribió al Dr. Robert M. Biegeleisen Knight, director médico de VeinCare de Florida, en la sede corporativa de la empresa al oeste de Boca Ratón.
Sokol le dijo que había leído acerca de su técnica de tratamiento de venas varicosas, llamado echosclerotherapy, y pidió ayuda.
«Me extirparon una vena de la pierna derecha a los 24 años y desde entonces no he tenido más que problemas», escribió Sokol a finales de febrero.
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